Del carro a la esquina
Son ya varios días y semanas de no escribir ni una palabra en esta página. Pepe dice que lo que siga deverá ser bueno. Yo también debería creerlo para compensarme por mi falta de constancia, pero no lo sé. La verdad es que no he dejado de escribir por falta de ganas, inspiración o ánimo. Ha sido solamente disciplina, por no saber aprovechar el poco tiempo que tengo para concluir todos los drafts que he comenzado. Pero aquí va. Como breve explicación deberé decir que estas semanas han pasado muy rápido a pesar de todo...La vida quiere que me deshaga de mis apegos personales. O por lo menos quiere que aprenda a hacerlo. Primero fue el celular. Para ser francos, como 5 celulares en algunos años hasta que decidí que no quería más hace unos meses. Ahora es el auto. He tenido que regresar a ser peatona y usar el transporte público. Las primeras experiencias de separación fueron realmente molestas, sobre todo si tomamos en cuenta las grandes distancias que tengo que recorrer diariamente para hacer lo que tengo que hacer. Llegué hasta el punto de no querer salir si no llevaba auto. Y no han sido pocos días de esos. Tomar el metro a las 8 de la mañana era lo peor que me podía pasar en el día. Gracias al cielo que no tengo que estar en Pino Suárez... Los taxis fueron mi segunda opción, pero nadie en su sano juicio toma diario tantos taxis para ir de sur a norte, este, o de norte a sur de la cd. de México, así que quedaron restringidos a pequeñas y cercanas distancias. Además, salir por la noche y terminar actividades fuera de casa sabiendo que dependo de quien me lleve o me recoja no es lo más cómodo del mundo cuando uno se acostumbra a hacer lo que se le hincha su gana dentro de lo que se pueda. Pero así fue. Además, no me gustan los camiones, prefiero hacerle parada al metro o caminar en vez de tener que ser víctima de los violentos volantazos de los camioneros. Ellos me caen bien, cada quien su estilo de manejar... pero la verdad es que soy muy torpe y siempre termino cayéndome hacia algún lado. Por eso preferí caminar muchas calles. El problema era el sol pegándome en la cara y el tiempo que tardaba. A todo le encontré peros. Caminar, Metro, Taxi, Camión... pero tenía que moverme. No me gusta la idea de tener que depender tampoco de un auto. Así que me quedé pensando y acordándome. Hace unos años no tenía auto. No lo necesitaba ni me impedía hacer nada, al contrario, tenía más libertad de movimiento. Me gustaba no tener exactamente un plan definido, rebelarme y descubrir que era lo que tenía ganas de hacer ese día. No tenía exactamente una hora de llegada -o así quería pensarlo-. No tenía que buscar lugar de estacionamiento. Sólo un lugar donde yo quisiera estar. Maldita sea, todo era muy fácil de decidir cuando decidí encontrar la vida que yo quería. No sé, ni siquiera era el camino que tomaba lo que me hacía feliz, sino simplemente saber que podía hacer una u otra cosa y que iba a estar bien pasara lo que pasara. Aprendí a que la vida me fluyera. Aprendí a no preocuparme tanto por mi destino. A ser responsable de mis decisiones. A saber que algún día todos los caminos que había tomado antes me ayudarían a saber donde querría estar después.
Hace poco, antes de que yo recordara eso, alguien decidió detectarme una especie de aburrimiento por la cotidianeidad con que realizaba mis actividades y me recomendó hacer cosas fuera de lo cotidiano o algo loco, pero lo olvidé. Quien iba a decir que la falta de auto vendría a resolverme la situación, así, de pronto.Un día, después de caminar unas cuantas calles, me cansé. Sí, me cansé, la gente se cansa de caminar. De pronto me quede pasmada, no sabría decir si había pensamientos en mi cabeza, seguramente habría alguno, pero como no recuerdo cual era, puedo decir que mi cabeza estaba en beige, casi en blanco. Estaba yo parada en una esquina viendo como pasaba el mundo. Pasaban carros, bicis, gente, camiones... y yo sólo veía. Seguramente tenía dibujada una sonrisa de tonta viendo como pasaba todo. Puedo recordar y abstraerme de la escena: Alexandra con blusa roja, unos jeans, una mochila, una paleta, parada en una esquina a las 12 del día sonriendo sin moverse como unos diez o quince minutos decidiendo que sería de su vida en los próximos 5 minutos, solo disfrutando la escena. Alguien hasta pudo haberme dado una moneda y no me di cuenta. No puedo decir cómo o porqué, tal vez era la hora, tal vez un chispazo, un rayo de luz, o mis propios pensamientos. Ahí seguí parada. Era como si yo no formara parte definitiva del paisaje pero lo era. Me sentí feliz de pronto. Libre. Después por inercia volví a caminar, sólo hasta que estuve convencida de hacerlo. Despacio, para tomarme el tiempo en disfrutar cada paso.
Ahora estoy dubitativa entre escribir una conclusión o no hacerlo. Sí, seguí caminando. Y sigo haciéndolo cuando tengo que hacerlo ahora que el carro ha regresado, aunque es probable que vuelva a no tenerlo. Cuando pierdo algo que estaba acostumbrada a tener, me toma algunos días recuperar un orden en mi vida, una nueva rutina, la necesito después de todo. Depende de que tipo de pérdida sea, claro. A veces regresan, a veces no. A veces puedo pararme en una esquina a disfrutar de ver lo agitado del mundo y permanecer en calma, a veces no. Así es la vida después de todo ¿no?
2 Comments:
¡¡Manzanita!! Qué gusto poder saber que te tenemos de vuelta porque ya te extrañábamos... Creo que lo dejaste muy claro en tu post, pero Machado nunca está de más en la voz de Serrat: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar"... ¡Qué cursi soy, maldición!
TQM
Hola, Manzanita. Este es el mejor post que te he leído. Y excelentemente bien escrito. Creo que la espera valió mucho la pena y me algero de haber leído este post tan sincero, tierno y divertido. Espero que estés bien. Me parece que yo paso por un bache creativo debido a tantas ocupaciones socales. Pero ya pasa. Espero que este mes postees más seguido ahora que sales de vacaciones, supongo. Te mando un saludo muy fuerte. Mauricio.
Publicar un comentario
<< Home