Un debraye manzanero
Pues si... a las manzanas les enseñan a no caerse del árbol cuando no deben, o cuando salir al mundo cuando están maduras. Parece cosa fácil pero no cualquier fruta lo sabe. A veces ni siquiera todas las manzanas. Lo malo es que no se puede regresar al árbol, entonces no sería problema salir de ahí. A veces es tiempo ya, pero ¿qué hay fuera del árbol..?
A las 12 del 31
Un nuevo año comienza. El que se fue deja más de lo que se lleva, definitivamente. 2006 será en mi memoria el año en que terminé (por fin) las clases (si es que no sale alguna gracia); cuando comencé a entender que la vida adulta es más complicada de lo que mi juventud me hacía vivir, porque los días se hicieron pesados, predecibles, cuadrados. Será también el año que me hizo comprender que las relaciones de pareja tienen más complicaciones que sencillez convertida en dificultades. Será el año tranquilo, planeado impredeciblemente, esperado. Cuando mis años eran menos, solía asumir sin cuestiones el aprendizaje forzoso de cada situación. Cuando se volvieron más, se me dificultó entrever las enseñanzas, asimilar que la vida te lleva a veces por donde tú no planeas, porque cada vez quiero planear más. En 2006 dejé llevarme, flotar y lograr sentir que todo se acomoda de repente pero no nos notifican. Aprendí a dar más, a sentir en la cuadradez de algunos días, lo que se entiende por felicidad, porque en días tan sencillos va mi vida, porque en ellos se esconde lo mucho que tengo y lo afortunada que soy. Aprendí a dar más a mi gente, a disfrutarlos. Aprendí que el amor nos aumenta la fé, y que puedo perdonar y romper con mis bloqueos, y que siempre la vida da más oportunidades de las que nosotros mismos pensamos que tendremos. Recordé que la edad es cuestión espiritual, que la madurez no debe llevarse la alegría, el gusto por la vida, las sorpresas. Recordé que me encanta ser niña y que siempre me ha gustado este juego llamado vida. Y lo mejor, es que continúa y se pone mejor.